Orígenes de la recuperación
EL COMIENZO DE UN LARGO CAMINO
La autogestión tiene sus orígenes en las primeras luchas obreras en los comienzos del capitalismo industrial. Los primeros intentos cooperativos fueron experiencias autogestionarias de los trabajadores ingleses, que buscaron de esa manera quitarse la explotación patronal y mejorar sus niveles de vida reconociéndose a si mismos como los verdaderos productores.
La denominación empresa recuperada fue acuñada por los trabajadores que, a fines de la década del ’90 se encontraron en el trance de intentar mantener abiertas sus fuentes de trabajo.
En la actualidad, en Argentina hay más de 350 industrias autogestionadas por sus trabajadores que, despojados de sus puestos de trabajo, emprendieron la lucha de recuperación cuando la patronal dejó de pagar los sueldos, o abandonó las fábricas. El fenómeno de recuperación de empresas en el país se enmarcó dentro de los nuevos movimientos sociales de resistencia al modelo neoliberal impuesto por el gobierno de Carlos Saul Menem.
Con la primera empresa autogestionada, la ex Gip-Metal S.R.L., de Sarandí, Partido de Avellaneda, el 22 de Agosto de 2000 nació La organización del Movimiento Nacional de Fabricas Recuperadas. Ese día los trabajadores recibieron los telegramas de despido porque se había decretado la quiebra por pedido de sus propios dueños. Por lo cual, los obreros tomaron la decisión de ingresar a la planta para permanecer en forma pacífica en resguardo de los bienes y hasta tanto se aclare la situación.
Posteriormente se produjo el intento de desalojo, la resistencia, la formación de la Cooperativa de Trabajo Unión y Fuerza Limitada, el alquiler de las maquinarias, la primera ley de expropiación de una planta fabril, sancionada el 16 de diciembre de 2000.
El 8 de enero de 2001 fue el primer día de trabajo de estos pioneros de la recuperación del trabajo por sus principales actores. Hoy, a más de una década de aquella crisis el fenómeno sigue vivo. Aunque a menor ritmo, firmas quebradas y abandonadas por sus dueños son recuperadas, al tiempo que nuevas empresas sociales surgen bajo la forma de autogestión. El fin de estas firmas no es maximizar la ganancia, sino crear fuentes de empleo y valor para la comunidad.
La huella más profunda de todos los fenómenos de movilización social producidos en Argentina durante la crisis del 2001, por su permanencia y carácter estratégico en las relaciones de explotación y propiedad, fueron y son las empresas autogestionadas, conocidas en el país como ERT (Empresas Recuperadas por sus Trabajadores)
El Proceso de Recuperación
El proceso de recuperación, se lo puede dividir en tres fases:
La primera fase es la posesión de los medios de producción para poner en marcha las actividades.
La segunda es la subsistencia. Las primeras operaciones se realizan contra pedidos concretos, lo que les permite hacerse de liquidez para comenzar a conformar activo de trabajo. Los trabajadores realizan su actividad a riesgo y se distribuyen los primeros beneficios de la actividad desarrollada, para cubrir sus necesidades mínimas.
La tercera es fase de sustentabilidad. La cooperativa comienza a vender sus propios productos al mercado. Esto les permite obtener márgenes superiores, que se derivan a conformar inventarios, hacer mantenimientos e inversiones en el equipamiento para asegurar la robustez del proceso y/o incorporación de nuevas líneas de producción. Los montos de las distribuciones se incrementan considerablemente.
La Organización
Uno de los pilares que sustentan la viabilidad de las fábricas del Movimiento lo constituye su modelo de gestión. Las fábricas tienen una organización de sistema abierto en el cual los comportamientos de sus integrantes están interrelacionados con las características especiales del escenario en el que actúan.
La crisis fortalece la unidad de los trabajadores al alcanzarse altos niveles de compromiso y solidaridad. Cada logro alcanzado fortalece el compromiso y la solidaridad del equipo de trabajo.
La gimnasia de esta estrategia organizacional permite alcanzar altos niveles de eficiencia, niveles adecuados de calidad y el mejoramiento de la productividad económica.
Son numerosos los ejemplos donde la solidaridad ha contribuido en forma decisiva en la superación de obstáculos. Muchas ERT, ya en funcionamiento, han aportado financiación, prestamos e incluso donaciones para las nuevas empresas con dificultades para recomenzar la actividad.